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Reina de belleza comparte el Evangelio con sus compañeras en pleno concurso: “Mi identidad está Cristo, no en mi apariencia”

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na finalista de Miss América 2025 contó cómo aprovechó los bastidores del concurso para evangelizar a sus compañeras y apuntarlas a Cristo. Audrey Kittila, Miss Georgia 2025 e integrante del equipo de alabanza de la Primera Iglesia Bautista de Alpharetta, compartió su testimonio durante una sesión de la Convención Bautista de Georgia, en noviembre.​

El presidente de la Convención, Steve Browning, entrevistó a Audrey y subrayó que la influencia cristiana no se limita al púlpito. Según él, el testimonio del Evangelio se extiende a aulas, consultorios, oficinas y, en el caso de Kittila, incluso a un escenario como el de Miss América.​

Audrey explicó cómo Dios transformó su trayectoria en los certámenes de belleza en una plataforma misionera. Siendo finalista entre las cinco mejores en Miss América en septiembre, ella ve su posición pública como una oportunidad para reflejar a Jesús en un ambiente muy influenciado por la cultura.​

Criada en la Primera Iglesia Bautista de Alpharetta, Kittila dijo que estar enraizada en una comunidad local marcó completamente su formación espiritual. Recordó una infancia de participación semanal en la iglesia, el ejemplo fiel de sus padres y el acompañamiento de adultos que invirtieron en su crecimiento en la fe.​

“De muchas maneras, aunque sí, mis padres me criaron, también fui ayudada por los miembros de mi iglesia local”, expresó. Ella destacó que, cuando estaba en los bastidores de Miss América o Miss Georgia, eran precisamente esas personas de la iglesia quienes oraban por ella y la respaldaban.​

Al referirse al tema de la convención, “Everyone, Everywhere” (“Todos, en todos los lugares”), Browning le preguntó cómo utiliza su visibilidad para apuntar a otros a Jesús. Audrey respondió que usar cualquier plataforma para Cristo empieza por vivir una vida que se vea diferente, algo que las personas notan.​

Hayley Echols, que sirve junto a Kittila en el equipo de adoración de la iglesia, la describió como una joven auténtica y genuina. Aunque siempre le gustó la moda y es una músico talentosa, afirmó que la prioridad de Audrey ha sido cultivar su fe y concentrarse más en su relación con Cristo que en su apariencia externa.​

La miss relató que, tanto en la Universidad de Georgia como en el ambiente de los concursos, un testimonio cristiano genuino abrió puertas para compartir el Evangelio. “Mi objetivo en la vida, mi llamado, es conocer a Cristo y darlo a conocer. Todo lo que hago se fundamenta en ese propósito”, afirmó.​

Uno de los episodios más impactantes ocurrió durante la competencia de Miss Georgia, cuando sintió un impulso del Señor para bajar al lobby del dormitorio y adorar al piano. Mientras cantaba, otra concursante se acercó, la tocó en el hombro y confesó: “Audrey, yo no conozco esas canciones. No conozco el amor del que estas canciones hablan”.​

A partir de esa confesión surgió una conversación en la que Audrey pudo compartir el Evangelio y también escuchar la historia de la joven. Para ella, esa oportunidad fue respuesta a tiempo de oración previa, pidiendo a Dios momentos concretos para hablar de Jesús.​

Kittila también habló con sinceridad sobre las presiones de la industria de concursos de belleza, donde se valora fuertemente la apariencia y el éxito. Dijo que comprender que eso “es solo cultura” y entrar a ese ambiente con la identidad afirmada en Cristo lo cambia todo.​

“Qué diferente es entrar en una industria así y decir: ‘Mi identidad está en Cristo. No está en mi apariencia. Soy quien Él dice que soy’”, declaró Audrey. Para ella, esa convicción la libra de la esclavitud a los estándares humanos y le permite usar ese mundo como campo misionero.​

Al hablar a los líderes presentes, Browning le pidió un consejo para inspirar a la próxima generación a usar su influencia para Jesús. Audrey respondió resaltando la importancia de la mentoría, recordando a dos mujeres que la formaron desde la secundaria y le enseñaron, en la práctica, cómo compartir el Evangelio.​

“Necesitamos que nuestros jóvenes reciban mentoría para que, cuando asuman posiciones de influencia, estén preparados para compartir el Evangelio en esas circunstancias”, afirmó Kittila. Browning concluyó diciendo que eso es discipulado y que la meta es formar “campeones para Jesucristo”.​

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